domingo, 26 de junio de 2011

La Nación Arquitectura. Bienal BA 2005

Luis Grossman

Arquitextos

Una Bienal que tuvo chispazos brillantes

Miércoles 05 de octubre de 2005 | Publicado en edición impresa

Por muchas razones, esta edición 2005 de la Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires (BA-05) adoptó una escala menos inabarcable que algunas de las anteriores. Además, reunir en el Centro Cultural Borges los salones de exhibición, el auditorio para conferencias y la exposición paralela de la construcción contribuyó a facilitar a los asistentes un mejor aprovechamiento de su tiempo.

El denodado trabajo de Jorge Glusberg y del comité de la Bienal que lo acompañó este año (Enrique Cordeyro, Juan Carlos Fervenza, Marta García Falcó, Matías Gigli, Emilio Gómez Luengo, Noemí Milschtein, Enrique Pichon Rivière, Carlos Sallaberry, Clorindo Testa y Jorge Turjanski) se advertía en la nómina de invitados extranjeros (muchos de los cuales costearon su viaje enterados de las limitaciones económicas que padecía el ente organizador), en la convocatoria para las conferencias y los coloquios, y además en el armado de una exposición excepcional de proyectos y obras provenientes de muchos países. Fue una pena que semejante esfuerzo por parte de curador y expositores se limitara a cuatro días de exhibición, un tiempo en el cual la mayoría de los colegas, algunos llegados del interior o de países vecinos, apenas tuvo unas horas para pasear -en luminosos días primaverales- fuera de las conferencias y coloquios.

Tal como acontece siempre después de un encuentro de estas características, será preciso un tiempo para procesar lo visto y oído antes de elaborar un balance adecuado.

Me limitaré, pues, a mencionar algunos momentos elevados: la mesa inaugural (Testa, Solsona, Alvarez), una presentación tipo tanque del grupo Feria de Milán -que trajo a un conjunto del más alto nivel-, a cargo del arquitecto Pier Paolo Maggiora. La presencia de Mario Botta, muy profesional, no tuvo el magnetismo de otros años. El paso de César Pelli fue apabullante por el volumen y la consistencia de las obras mostradas, siempre con el tono humilde que lo caracteriza. Josep María Botey (Barcelona), Richard England (Malta), Rudy Ricciotti (Francia) y Daniel Azerrad (Israel) se expresaron con un lenguaje de formas y luces con gran contenido poético.

Ruy Ohtake, de Brasil, ratificó los argumentos que se mostraron en esta página hace unas semanas y fue muy aplaudido. Cristián Boza, Enrique Browne y Juan Sabbagh dejaron alto el prestigio de los arquitectos chilenos. Mario Bellini cerró el encuentro y mostró obras arquitectónicas de los últimos 20 años.

Pero el broche real de la Bienal estuvo en la palabra de Oriol Bohigas (que renunció a mostrar imágenes), con un mensaje que, aludiendo a la "insolidaridad de los arquitectos" y a la creación de "guetos en la ciudad" dará motivo para un largo análisis, más allá de mi coincidencia visceral con su discurso.

Se extrañó esta vez más presencia de colegas de provincia (vimos a Adolfo Albanesi, de Neuquén, y a algunos cordobeses y tucumanos), y faltó la figura tan familiar en la Bienal de Laureano Forero, que debió quedarse en Medellín por una dolencia de su esposa. Se cumplió el homenaje público a dos figuras que lucieron sus cualidades en casi todas las reuniones bienales: el español Rafael de la Hoz y el mejicano Abraham Zabludovsky, representados por el arquitecto Rafael de la Hoz (h.) el primero, y por su esposa Alinka y su hijo, el segundo.

Saludemos, pues, hasta 2007.


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