Bienales, ayer, hoy y mañana
Por Jorge Glusberg
La sección Arquitectura de La Nación cumple 30 años. Es, como se dice, toda una vida. Cuando me pidieron que escribiera este artículo, uní de inmediato el aniversario de la sección con el tema de la nota: la VII Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires, que se realizará entre el 20 y el 24 del actual. Y me puse a pensar, entonces, en que la Bienal tiene la mitad de la vida del suplemento, 15 años, por lo que quizá convenía hacer un balance de lo realizado y, también, imaginar perspectivas de lo que vendrá.
Hace 30 años, la sección fue la respuesta a una necesidad: la de dar cuenta a los lectores del diario del desarrollo, en la Argentina y en el mundo, de una de las actividades más antiguas de la humanidad y la más ligada a la existencia del hombre. La década del sesenta presenció, aquí y en todas partes, un verdadero reflorecimiento de la arquitectura. El fenómeno volvería a darse con mayor intensidad en 1983, cuando la sección cumplía 15 años, y terminaba una dictadura nefasta.
Nació, entonces, la Bienal -cuya primera edición se realizó en 1985-, también para dar respuesta a una necesidad: la de reunir en Buenos Aires, físicamente -si se acepta el término-, a los arquitectos del mundo con los de la Argentina, sumando a la letra impresa de diarios y revistas especializados la voz actuante de los protagonistas.
Que la respuesta era indispensable y que resultó oportuna y valedera, lo demuestra el eco alcanzado por la Bienal desde su comienzo, un eco que las sucesivas ediciones no hicieron sino acrecentar (1987, 1989, 1991, 1993, 1995 y la Pre Bienal, celebrada en 1997). Un total de más de trescientos significativos arquitectos y más de cien pensadores y críticos del exterior han venido a Buenos Aires; algunos de ellos, dos y tres veces.
Ahora, de nuevo, arquitectos, teóricos y críticos llegarán a Buenos Aires para hablarnos de sus obras y escuchar a los colegas locales hablar de las suyas. He dicho alguna vez que la Bienal es un lugar de encuentros y de intercambios humanos -como la arquitectura-, pues nada supera ni ha de superar la comunicación directa, a pesar de las redes informáticas y los bancos de datos. ¿Qué ha de esperarse de la Bienal en el futuro? Que el lugar de encuentros y de intercambios sea cada vez más amplio y más certero. Porque, en rigor, la Bienal ya no pertenece a sus organizadores -que, por cierto, no son eternos- sino a la Argentina por medio de de Buenos Aires, y a la arquitectura y el urbanismo mediante sus creadores y pensadores.
El autor es director del MNBA y de la Bienal BA/98.
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